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chichino asked in Política y gobiernoPolítica · 1 decade ago

¿Cataluña como tal ha sido alguna vez independiente?

¿Conoceis algun presidente de Cataluña Independiente o Rey?

6 Answers

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  • Anonymous
    1 decade ago
    Favorite Answer

    Nunca ha sido independiente y cuando aún no extistía España como tal, Cataluña pertenecia al Reino de Aragón, o sea, Cataluña era un condado que pertenecia a otro reino, nunca fue independiente aunque algunos políticos manipulen la historia para ganar unos cuantos votos

  • Juan A
    Lv 5
    1 decade ago

    Jamas ha sido independiente, nunca ni político, ni economicamente ni socialmente, el nacionalismo catalán sólo tiene sentido para los políticos en su afán de poder.

  • 1 decade ago

    Ni lo ha sido ni nunca permitirán que lo sea, al menos mientras su aportación a las arcas del estado sea tan fuerte.

  • 1 decade ago

    Catalunya como nunca ha sido un estado nacional no ha podido ser nunca independiente. En Catalunya nunca hubo reyes, que hubiera condes no significa nada, que se eligiera a Fernando tampoco pues seguía siendo conde de barcelona que englobaba toda Catalunya. Ningún rey de España fue rey de Catalunya, y no se si el actual lo es o sigue siendo conde, de todas maneras no creo en reyes ni condes.

    Durante las repúblicas se potenciaron las ideas republicanas federales y cantonales, y se lucho por la independencia o autodeterminación y por la república catalana también en la edad moderna sin conseguirlo. Los presidentes de Catalunya nunca han sido independientes.

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  • Anonymous
    1 decade ago

    Hola trastolil, te piden que respondas, no que hagas copy paste.

    El tal Jonás miente. La Corona de Aragón fué el resultado de la unión de dos soberanias independientes y gran parte de sus acciones políticas y comerciales en el Mediterraneo, son anteriores a esa unión.

    La respuesta es no, porque cuando lo era (Independiente) poseía más territorios de los que ahora la conforman, como por ejemplo el actual Roselló que está por encima de la actual frontera y que por tanto ahora pertenece a Francia. Pero te seria mucho más fácil ir a una biblioteca y leer. En los medios se dicen una cantidad de tonterias alucinante sobre todo esto.

  • 1 decade ago

    Prehistoria en Cataluña

    Los primeros pobladores del territorio que actualmente ocupa Cataluña se remontan a los inicios del Paleolítico Medio. Los restos más antiguos descubiertos corresponden a la mandíbula de un preneandertal encontrada en Bañolas, de unos 25.000 años de antigüedad.

    Entre los yacimientos más importantes de este periodo destacan el de las cuevas de Mollet (Serinyà, Pla de l'Estany), el Cau del Duc, en el macizo del Montgrí, el yacimiento de Forn d’en Sugranyes (Reus) y los abrigos Romaní i Agut (Capellades), mientras que para el Paleolítico Superior destacan los de Reclau Viver, la cueva de la Arbereda y la Bora Gran d’en Carreres, en Serinyà, o el Cau de les Goges, en Sant Julià de Ramis.

    De la siguiente etapa prehistórica, el Epipaleolítico o Mesolítico, se han conservado importantes yacimientos, la mayor parte datados entre el 8000 y el 5000 a.C., como el de Sant Gregori (Falset) y el Filador (Margalef de Montsant).

    El período Neolítico se inicia en tierras catalanas hacia el 4500 a.C., aunque en un grado de sedentarización de los pobladores mucho menor que en otros lugares, gracias a la abundancia de bosques, lo que propició que la caza y la recolección siguieran siendo actividades fundamentales y que el establecimiento de asentamientos se demorase en muchos lugares. Los yacimientos neolíticos más importantes de Cataluña son la cueva de Fontmajor (l'Espluga de Francolí), la cueva de Toll (Morà), las cuevas Gran i Freda (Montserrat) y los abrigos de Cogul y Ulldecona.

    El período Calcolítico o Eneolítico se desarrolla en Cataluña entre el 2500 y el 1800 a.C., momento en el cual se construyen los primeros objetos de cobre.

    La Edad del Bronce se sitúa cronológicamente en el periodo 1800-700 a.C., de la cual se conservan escasos restos, pero destacan unos poblados formados en la zona del Bajo Segre. La Edad del Bronce coincide con la llegada de los pueblos indoeuropeos, a través de sucesivos flujos migratorios que se desarrollan desde el año 1200 a.C., responsables la creación de los primeros poblados de estructura protourbana.

    A partir de mediados del siglo VII a.C. el territorio catalán alcanzará el periodo conocido como Edad del Hierro.

    La Edad Antigua en Cataluña

    Este periodo se caracteriza en una primera etapa confluencia de diferentes culturas colonizadoras en el actual territorio catalán, en particular la griega y la cartaginesa, que darán lugar a la formación, como en el resto de la península, de la cultura ibérica.

    De esta etapa es la formación de Ampurias, en la costa gerundense, enclave comercial impulsado por la ciudad griega de Focea desde Massalia (actual Marsella), en el siglo VI a.C..

    En lo que se refiere a la civilización ibérica, se ha constatado la existencia de diferentes tribus dispersas por tierras catalanas, entre ellos los indigetes (en el Ampurdán), los ceretanos (en la Cerdaña) o los airenosinos (en el Valle de Arán).

    Se distinguen cuatro grandes periodos en el actual territorio de Cataluña. El inicial, que abarca del siglo VIII al VII a.C., que corresponde a una etapa de formación, en que los pueblos indígenas entran en contacto con pueblos colonizadores, y en el que aparecen los primeros objetos de hierro. El segundo es el periodo antiguo, del siglo VII a.C. a mediados del V a.C., en el que se consolida el proceso de iberización. Le sigue un período de plenitud, que va de mediados del siglo V hasta el siglo III a.C. Y, finalmente, la fase de decadencia, que se inicia en el 218 a.C. con la presencia de Roma, en que la cultura ibérica es absorbida por el potente impulso de la romanización.

    La segunda etapa de la historia antigua en Cataluña corresponde al período de romanización, iniciado en el siglo III a.C. La llegada de los romanos a la Península Ibérica tuvo lugar en el 218 a.C., con el desembarco de Cneo Cornelio Escipión en Ampurias, con el objetivo de cortar las fuentes de aprovisionamiento de los ejércitos del cartaginés Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica.

    Tras la derrota de los cartagineses y de diferentes tribus ibéricas sublevadas ante la presencia romana, en el 195 a.C., se completó prácticamente la conquista romana en territorio catalán y se inició el proceso de romanización, a través de la cual los distintos pueblos peninsulares fueron asimilados por la cultura romana y abandonaron sus propios rasgos.

    El actual territorio catalán quedó englobado primero en la provincia llamada Hispania Citerior, para formar parte desde el 27 a.C. de la Tarraconense, cuya capital fue Tarraco (actual Tarragona).

    Producto del periodo romano será la adopción de toda la estructura administrativa y las instituciones propiamente romanas, el desarrollo de una gran red urbana y viaria, la generalización de un sistema agrícola basado en la trilogía mediterránea (cereales, viña y olivo), la introducción de los regadíos, el desarrollo del derecho romano y la adopción del latín.

    Siglos III al X: de la antigüedad tardía a la época feudal

    La crisis del siglo III que afectó al Imperio Romano y que originaría su decadencia afectó gravemente al territorio catalán, donde se han detectado importantes niveles de destrucción y procesos de abandono de villas romanas. También de este siglo son las primeras noticias documentales de la presencia del cristianismo en Cataluña. Aunque los datos arqueológicos indican la recuperación de algunos núcleos, como Barcino (Barcelona), Tarraco (Tarragona) o Gerunda (Gerona), la situación no volvió a ser la de antes, las ciudades se amurallaron y los núcleos se redujeron.

    En el siglo V, con motivo de la invasión generalizada del Imperio Romano por parte de los pueblos germánicos, los visigodos, liderados por Ataúlfo, se instalaron en la Tarraconense (410) y cuando en el 475 el rey visigodo Eurico formó el reino de Tolosa, incorporó el actual territorio catalán. Los visigodos dominaron el territorio hasta inicios del siglo VIII, primero desde Tolosa y luego desde Toledo.

    En el 718, la conquista musulmana llegó al noreste de la península y pasó a la Septimania, un proceso que tuvo lugar sin graves conflictos bélicos, excepto en algunos casos como el de Tarragona. La posterior reacción carolingia ante la presión islámica supuso la ocupación por su parte en el último cuarto del siglo VIII de las actuales comarcas pirenaicas, de Gerona y, en el 801, de Barcelona, tras la cual se formó una zona fronteriza que seguía los ríos Llobregat, Cardener y el curso medio del Segre, que se conocería como Marca Hispánica. Este territorio se organizaba políticamente en diferentes condados dependientes del rey franco.

    Sin embargo, a finales del siglo IX, el monarca carolingio Carlos el Calvo designó a Wifredo el Velloso, un noble descendiente de una familia del Conflent, conde de Cerdaña y Urgel (870), y conde de Barcelona y Gerona (878), lo cual suponía la reunión bajo su mando de buena parte del territorio catalán, aunque a su muerte los condados se repartieron entre sus hijos, Barcelona, Gerona y Osona fueron ya en adelante, excepto durante un breve periodo, un único condado.

    Durante el siglo X, los condados catalanes se convirtieron en verdaderos condados independientes del poder carolingio, un hecho que el conde Borrell II oficializó en el 987 al no prestar juramento al primer monarca de la dinastía de los Capeto. En estos años de formación de los condados catalanes, se desarrollaron los primeros pasos de repoblación del territorio tras la invasión musulmana. Así, durante los siglos IX y X se creó una sociedad donde predominaban pequeños propietarios libres, llamados aloers, enmarcados en una sociedad agraria donde cada núcleo familiar producía lo que consumía, generando muy pocos excedentes.

    Siglo XI al XV: la Cataluña feudal medieval

    El siglo XI se caracteriza en Cataluña por el desarrollo de la sociedad feudal, como consecuencia de las presiones señoriales para desarrollar lazos de vasallaje con los campesinos libres (alodiales, en catalán aloers). Los años centrales del siglo se caracterizaron por una guerra social virulenta, donde la violencia señorial arrolló a los campesinos, gracias a las ventajas que obtenían de las nuevas tácticas militares, basadas en la contratación de mercenarios bien armados y a caballo.

    Así, a finales del siglo, la mayoría de los campesinos propietarios se habían convertido en siervos sometidos al señor. Este proceso coincidió con un debilitamiento del poder de los condes y la división del territorio en numerosos señoríos, que con el tiempo daría paso a la articulación de un Estado feudal basado en complejas fidelidades y dependencias, en lo alto del cual se encontraría el conde de Barcelona, tras el triunfo sobre el resto de señores de Ramón Berenguer I. Con el tiempo, los condes de Barcelona vincularían todos los demás condados catalanes a su corona.

    La Corona de Aragón en el siglo XVHasta mediados del siglo XII, los sucesivos condes de Barcelona intentaron ampliar sus territorios en múltiples direcciones, lo que les reportó la incorporación del condado de Besalú (1111), de parte del condado de Ampurias, el de Cerdaña y, transitoriamente, el de Provenza (1112). Por su parte, en 1118 la Iglesia catalana se independizó de la sede de Narbona y fue restaurada la sede de Tarragona.

    Más tarde, bajo el gobierno del conde Ramón Berenguer IV (1131-1162), se produjeron diferentes hechos fundamentales para la historia de Cataluña. El primero, su boda con Petronila de Aragón, lo que supuso la unión del condado de Barcelona y del Reino de Aragón, por lo que con el tiempo el territorio común sería conocido como Corona de Aragón. Fruto de esta unión Ramón Berenguer se prohijó en Barbastro y aportó su patrimonio condal a la casa de Aragón. Y así el rey aragonés Ramiro, quien nunca cederá su dignidad real aunque sí posteriormente el dominio, lo pacta con el conde barcelonés (Archivos Corona Aragón, pergaminos, carp. 35, nº86). Desde este momento, Ramón Berenguer materializa las nuevas conquistas políticamente diferenciadas, para no tener que cederlas a la recién creada Corona de Aragón y lo hace a título personal de marquesados, y la mayoría de ellas a fuero de Zaragoza. Y así conquistó Lérida y Tortosa, formando un territorio al sur de la vieja frontera de la Marca Hispánica como entidad política difenciada que pasó a denominarse Cataluña (siendo en 1194, en el testamento de Alfonso II, la primera constancia escrita que se tiene del uso de esta palabra y fue refiriéndose a estos territorios). Estos territorios fueron repoblados a lo largo del siglo XII y fueron los que dieron nombre al territorio que hoy conocemos como Cataluña, que agrupa los antiguos condados de la casa de Barcelona junto con Lérida y Tortosa. Algunos autores denominan a estos territorios recién conquistados la Cataluña Nueva para distinguirlos de los antiguos condados carolingios pertenecientes a Ramon Berenguer IV junto con los que conformarían el actual territorio catalán, pero realmente es la primera vez en la historia que aparece el término Cataluña para designar territorios adscritos al conde de Barcelona.

    A finales del siglo XII, diferentes pactos con el reino de Castilla delimitaron las futuras zonas donde desarrollar nuevas conquistas de territorio musulmán, pero en 1213, la derrota de Pedro II el Católico en la batalla de Muret acabó con el proyecto de consolidación del poder catalanoaragonés sobre Occitania. Tras un periodo de agitación, en 1227, Jaime I el Conquistador asumió plenamente el poder como heredero al trono de la Corona de Aragón y se inició la expansión territorial sobre nuevos territorios.

    En 1265, 150 catalanes fundan Coria del Río, a quienes se otorgó el Fuero de Sevilla, en terrenos cedidos por el rey Alfonso X de Castilla. Estos catalanes habían llegado con Fernando III durante la reconquista de Sevilla en 1248

    A lo largo del segundo cuarto del siglo XIII se incorporan a la corona las Islas Baleares y Valencia. Éste último territorio, el Reino de Valencia, pasó a convertirse en un tercer reino de la Corona de Aragón, con Cortes propias y unos nuevos fueros: los Furs de València. En cambio, el territorio mallorquín, junto a los condados de Rosellón y Cerdaña, la ciudad de Montpellier y los señoríos de Omeladés y Carladés, sería entregado en herencia su segundo hijo, Jaime, y formarían el reino de Mallorca, iniciándose así un periodo de tensión interna que concluiría con su anexión a la Corona de Aragón en 1343, por parte de Pedro IV el Ceremonioso.

    Entre las décadas finales del siglo XIII y las primeras del XIV, Cataluña vivió épocas de gran plenitud, en las que experimentó un fuerte crecimiento demográfico y una expansión marítima por el Mediterráneo. Esta época coincide con los reinados de Pedro III el Grande, que invadió Sicilia (1282) y tuvo que defenderse de una cruzada francesa contra Cataluña; de Alfonso III el Liberal, que se apoderó de Menorca, y de Jaime II, que invadió Cerdeña y con quién el poderío catalán alcanzó su máxima expansión económica en la Edad Media. Sin embargo, desde el segundo cuarto del siglo XIV se inició un cambio de signo para Cataluña, marcado por la sucesión de catástrofes naturales y crisis demográficas, el estancamiento y recesión de la economía catalana y el surgimiento de tensiones sociales.

    El reinado de Pedro IV el Ceremonioso (1336-1387) se caracterizó por graves tensiones bélicas, entre las que se cuentan la anexión del reino de Mallorca, el sofocamiento de una rebelión sarda, de la rebelión de los unionistas aragoneses y valencianos y, sobre todo, la guerra con Castilla. Estos episodios generaron una delicada situación financiera, en un marco de crisis demográfica y económica, pero también un poderoso desarrollo institucional y legislativo, en el que destaca la creación de la Diputación General de Cataluña o Generalidad de Cataluña (1365).

    La muerte sin descendencia y sin el nombramiento de sucesor del rey Martín I el Humano en 1410 abrió, además, una grave crisis sucesoria. Ello abrió un periodo de interregno, durante el cual la situación progresivamente iría evolucionando a favor del poderoso candidato de la dinastía castellana de los Trastámara, Fernando de Antequera, quien, tras el Compromiso de Caspe de 1412, fue nombrado monarca de la Corona de Aragón.

    El sucesor de Fernando I de Aragón, Alfonso V el Magnánimo, promovió una nueva etapa expansionista, esta vez sobre el reino de Nápoles, el cual dominó finalmente en 1443. Paralelamente, se agravó la crisis social en Cataluña, tanto por los conflictos rurales como urbanos. El desenlace de estos conflictos fue, en 1462, la rebelión de los remensas, protagonizada por los campesinos frente a las presiones señoriales y la guerra civil catalana, que se extendería por un periodo de diez años, tras los cuales la región quedó exhausta, los conflictos remensas no quedaron resueltos y Francia retuvo hasta 1493 los condados de Rosellón y Cerdaña, que fueron ocupados durante el conflicto.

    Sería Fernando II de Aragón, el Católico, quien, con la sentencia arbitral de Guadalupe resolvió el conflicto remensa en 1486, reformó en profundidad las instituciones catalanas, recuperó pacíficamente los condados catalanes del norte y amplió la actuación de la corona sobre Italia. Su matrimonio con Isabel la Católica, reina de Castilla, condujo a la Corona de Aragón a una unión dinástica con Castilla, efectiva a su muerte, en 1516, pero ambos reinos conservaron sus instituciones políticas y mantuvieron las cortes, las leyes, las administraciones públicas y la moneda propias.

    Siglos XVI al XVIII: Cataluña durante la Edad Moderna

    Constituciones Catalanas, 1535

    [editar] Siglo XVI

    Ya desde los tiempos de los Reyes Católicos los catalanes participan directamente en las expediciones y campañas militares españolas. El almirante Cardona conquista Mers-el-Kebir en 1505. Pere Bertran i de Margarit , ampurdanés, acompaña a Colón en su segundo viaje. [1]

    En el siglo XVI, la población catalana inició una recuperación demográfica y una cierta recuperación económica. El reinado de Carlos I fue para Cataluña una etapa de armonía en la nueva estructura que formaban ahora los reinos hispánicos, a pesar de la marginación que Cataluña experimentó en la dinámica anexionista de la monarquía española[cita requerida], tanto por su escasa participación en el descubrimiento de América, como en su ausencia de las grandes empresas europeas de Carlos I y Felipe II. Ello se explica por el paso del peso político y económico internacional del Mediterráneo al Atlántico[cita requerida] y por la preeminencia del reino de Valencia en el espacio de la vieja confederación[cita requerida].

    El reinado de Felipe II marcaría, en cambio, el inicio de un proceso de deterioro, aunque en Cataluña no se concretaría en ninguna ruptura. Entre los elementos más negativos de este periodo destacan la piratería berberisca sobre las zonas costeras y el bandolerismo en las zonas interiores. La nueva dinámica y las nuevas fidelidades que generaba originaron también un retroceso en la lengua y en la cultura catalanas, que iniciaron una etapa de decadencia, tras la brillantez de los siglos anteriores.

    Durante el reinado de Felipe II, hubo catalanes, como Luis de Requesens que participaron activamente en la política exterior española, tanto diplomáticamente como por el uso de las armas.

    Siglo XVII

    En 1638 el conquistador catalán Joan Orpí funda Nueva Barcelona en la actual Venezuela.

    En el siglo XVII, las crecientes tensiones con la monarquía culminaron en una violenta rebelión, la guerra de los Segadores (1640-1652). Ya con Felipe III, las relaciones experimentaron un claro deterioro, especialmente a causa de los conflictos entre un rey deseoso de aumentar sus recursos económicos, después de haber agotado los de Castilla, y unas instituciones catalanas muy desarrolladas, donde el poder era ostentado por una oligarquía preocupada por mantener su predominio en una coyuntura de grave crisis económica y social.

    Durante el reinado de Felipe IV la situación se agravó, especialmente gracias a la actuación del Conde-Duque de Olivares, deseoso de sustentar su ambiciosa política exterior mediante la aportación de los reinos peninsulares, para lo cual intentó distanciarse de la concepción política confederal[cita requerida], que había prevalecido hasta entonces, en beneficio de una concepción unitarista y centralizadora. En Cataluña, el levantamiento tuvo un gran apoyo social[cita requerida], especialmente a causa de las escasas contrapartidas ofrecidas por la Corona.

    La concentración de los tercios en el Rosellón, a finales de la década de los treinta, con motivo del conflicto con Francia en la Guerra de los Treinta Años, a los cuales debían alojar y alimentar los campesinos, generaron graves tensiones, que culminarían el 7 de junio de 1640, jornada conocida como el Corpus de Sangre, con una matanza de funcionarios reales diversos, no exclusivamente castellanos. Posteriormente los motines se extendieron, pero la Diputación del General consiguió encauzar la revuelta, para dirigirla contra la política de conde-duque, de manera que una revuelta social se transformó en una guerra política contra la dominación castellana, esto es, en una guerra de secesión, que se extendería hasta 1652, a pesar de que algunas zonas, como el Valle de Arán, se mantuvieron fieles a Felipe IV.

    Tras una efímera República catalana, creada a imitación de las Provincias Unidas de los Países Bajos, la Diputación, forzada por la situación militar, reconoció a Luis XIII de Francia como soberano de Cataluña, lo que sirvió a Richelieu para poner en graves dificultades a España durante la Guerra de los Treinta Años. Con la capitulación pactada de Barcelona (1652) y tras doce años de lucha, Felipe IV consiguió invadir las tierras catalanas situadas al sur de los Pirineos. La guerra con Francia se prolongaría hasta 1659, año en que, por la Paz de los Pirineos, España cedía a Francia el condado del Rosellón y la mitad norte del de la Cerdaña.

    En las últimas décadas del siglo XVII, a pesar de la persistencia de conflictos bélicos con Francia, se inició la recuperación de la actividad económica catalana, la cual se localizó a lo largo del a franja litoral del país e incluso en zonas del interior, evitando su centralización en Barcelona.

    Siglo XVIII

    Con la muerte del rey Carlos II y su sucesión por parte de Felipe V (1700) se instaló en el trono hispánico una nueva dinastía, la Casa de Borbón, reinante en Francia, que sustutuía a la de los Habsburgo. Esta circunstancia llevó a la formación de la Gran Alianza de la Haya por parte de Inglaterra, las Provincias Unidas y Austria a favor de los derechos del archiduque Carlos de Austria, iniciándose así la Guerra de Sucesión Española.

    Aunque en Cataluña se aceptó inicialmente a Felipe V, ante sus formas absolutistas y centralistas, y su política económica pro-francesa, pronto se abrió una etapa de hostilidad y oposición que culminó con el ingreso del Principado (pacto de Génova) y de toda la Corona de Aragón, salvo el Valle de Arán y algunas ciudades, en la Alianza de la Haya. Así, mientras en los reinos de Castilla y de Navarra Felipe V era comúnmente aceptado, en la Corona de Aragón, Carlos, instalado en Barcelona, era reconocido como rey Carlos III. Aunque el apoyo al archiduque en la Corona de Aragón no fue unánime (ciudades como Cervera permanecieron fieles a Felipe V), sí fue abrumadoramente mayoritario.

    La evolución posterior de la guerra, desfavorable a las posibilidades de Carlos, y los tratados de paz Utrecht-Rastadt (1713-1714), dejaron a la Corona de Aragón internacionalmente desamparada frente al poderoso ejército franco-castellano de Felipe V, quien ya había manifestado su intención de suprimir las instituciones propias. A pesar de la resistencia a ultranza, como ocurrió con Aragón y Valencia (1707), todo el territorio catalán fue invadido y Barcelona finalmente capituló el 11 de septiembre de 1714.

    Una cruenta y sistemática represión[cita requerida] fue acompañada por los Decreto de Nueva Planta (Aragón y Valencia en 1707, Cataluña en 1716), por los que se desmantelaron totalmente[cita requerida] las instituciones propias. Con ello se anexionaba la Corona de Aragón al reino de Castilla[cita requerida] y se ponía fin así a la unión dinástica[cita requerida] que había dado origen a la Monarquía Hispánica de los Austrias.

    En Cataluña se creaba una nueva estructura territorial y administrativa a imagen de la de Castilla (excepto en el Valle de Arán), se instauraba el catastro y otros impuestos por los que la monarquía conseguía por fin sus objetivos de control económico, se centralizaban todas las universidades catalanas en Cervera, como premio a su fidelidad y para controlar mejor a las élites cultivadas (situación que se prolongó hasta 1842), se desterraba progresivamente la lengua catalana de los ámbitos públicos y de gobierno en favor del castellano, y se construía una poderosa cuidadela o fortaleza en Barcelona para dominar al Principado y a su capital[cita requerida].

    A pesar de la difícil situación interna, Cataluña lograría a lo largo del siglo XVIII una notable recuperación económica, centrada en un crecimiento demográfico importante, un aumento considerable de la producción agrícola y una reactivación comercial (especialmente gracias al comercio con América, abierto solo a partir de 1778), transformaciones éstas que marcarían la crisis del Antiguo Régimen y posibilitarían después la industrialización, un primer proceso de la cual se daría en el siglo XVIII, especialmente centrado alrededor del algodón y otras ramas textiles.

    A finales de siglo, sin embargo, las clases populares empezaron a notar los efectos del proceso de proletarización que ya se manifestaba, lo cual dio lugar a diferentes situaciones críticas hacia finales de ese siglo. En la década de los noventa se iniciaron además nuevos conflictos en la frontera con Francia, derivados de las consecuencias de la Revolución Francesa.

    Siglo XIX

    En 1808, Cataluña fue ocupada por las tropas de Duhesme, general de Napoleón, tras el comienzo de la Guerra de Independencia Española en Móstoles. Durante el conflicto, Cataluña fue incorporada al Imperio Francés y dividida en departamentos[cita requerida]. El dominio francés se extendió hasta 1814, cuando el general Wellington firmó el armisticio por el cual los franceses debían abandonar Barcelona y otras plazas fuertes que habían ocupado hasta el último momento. Es digno de destacar el asedio al que fue sometida Gerona, defendida por sus habitantes, bajo la dirección del general Álvarez de Castro y donde los franceses perdieron gran cantidad de hombres y medios hasta conseguir rendirla con el hambre, las epidemias y el frío el 10 de diciembre de 1809.

    Reinado de Fernando VII

    Durante el reinado de Fernando VII (1808-1833) se sucedieron diversas sublevaciones en territorio catalán y tras su muerte, el conflicto por la sucesión entre el infante Carlos María Isidro y los partidarios de Isabel II dio lugar a la primera guerra carlista, que se prolongaría hasta 1840, especialmente virulenta en territorio catalán. La victoria de los liberales sobre los absolutistas dio pie al desarrollo de la revolución burguesa bajo el reinado de Isabel II. Estos se dividieron pronto en moderados y progresistas, mientras que en Cataluña se empezaba a desarrollar el republicanismo. También coincide con el avance de la industrialización y el consecuente surgimiento de una nueva clase social, el proletariado, que soportaría condiciones de vida y trabajo inhumanas.

    Renaixença y nacimiento del Catalanismo cultural

    La industrialización estaría marcada por una grave escasez de recursos energéticos propios y la debilidad del mercado interior español, además de por las presiones para adoptar políticas proteccionistas que evitaran la competencia de productos extranjeros. A partir del segundo tercio del siglo se desarrolló también la Renaixença, un movimiento cultural de recuperación del catalán como lengua de cultura, que empezaba a superar así su larga etapa de decadencia.

    Reinado de Isabel II

    El desarrollo del reinado de Isabel II, marcado por la corrupción, la ineficacia administrativa, el centralismo y las tensiones políticas y sociales, se tradujo en un progresivo aumento de la agitación social y en el desarrollo de la ideología republicana y federal. De ahí que cuando en 1868, estalló la Revolución de septiembre, también conocida como La Gloriosa, producto de la crisis económica que vivía España, que dio lugar al llamado Sexenio Revolucionario, los acontecimientos se vivieran apasionadamente.

    Primera República española

    Entre los hechos más destacados se encuentran el gobierno del general Prim y su asesinato, la revuelta federal de 1869, la instauración de la monarquía de Amadeo I, la proclamación de la Primera República Española, el estallido de la tercera guerra carlista y la difusión de las ideas de la Primera Internacional.

    Restauración borbónica

    En 1874, el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto dio paso a la Restauración borbónica en la persona de Alfonso XII. Es este un periodo de estabilidad política, de represión del movimiento obrero, de desarrollo de la actividad política en Cataluña, que se extendería hasta inicios del siglo **, momento en que afloraría nuevamente la oposición política, especialmente de republicanos y catalanistas y las tensiones sociales.

    Siglo **

    El Catalanismo y el Nacionalismo catalán

    En las décadas siguientes iría tomando cuerpo el catalanismo político, como culminación de un proceso de afirmación de la consciencia nacional catalana, las primeras formulaciones del cual fueron debidas al político republicano Valentí Almirall. En 1901 se formaría la Liga Regionalista de Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó, que impulsaría la Solidaritat Catalana. En cuanto al movimiento obrero, el final del siglo XIX se caracterizará en Cataluña por tres tendencias: el sindicalismo, el socialismo y el anarquismo, a los cuales se sumará a inicios del siglo ** el lerrouxismo. Ello conduce a que en las primeras décadas del siglo ** se distingan dos grandes líneas de fuerza, el catalanismo y el obrerismo.

    El primero, bajo el liderazgo de Prat de la Riba, conseguirá una primera plataforma de autogobierno desde 1716: la Mancomunidad de Cataluña (1913-1923), presidida primero por éste, y más tarde por Josep Puig i Cadafalch. El obrerismo encontrará en el anarcosindicalismo la síntesis aglutinadora de anarquistas y sindicalistas, los dos sectores mayoritarios del movimiento obrero, y en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la organización de combate para luchar por sus derechos.

    Reinado de Alfonso XIII y dictadura de Primo de Rivera

    El verano de 1909 se produce una revuelta popular conocida como la Semana Trágica, en que la una huelga general degenera en actos de vandalismo que son reprimidos duramente.

    La creciente conflictividad social degenerará a lo largo del reinado de Alfonso XIII, dando lugar desde 1917 a una intensificación de las tensiones y al desarrollo del pistolerismo, alentado desde la patronal contra los obreros y causante de una espiral de violencia, que conducirá al apoyo por parte de la burguesía catalana a una solución autoritaria: la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930).

    Tras la caída de Primo de Rivera, la izquierda republicana y catalanista invirtió grandes esfuerzos para generar un frente unitario, bajo la figura de Francesc Macià. Así nació ERC, un partido que logró romper el abstencionismo obrero y consiguió un triunfo espectacular en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, que precederían a la proclamación de la Segunda República Española.

    Segunda República Española

    La proclamación de la República permitiría la instauración de la Generalidad de Cataluña y la aprobación del Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1932, que a pesar de sus múltiples limitaciones, supuso la realidad de un autogobierno. La Generalitat republicana desarrollaría, gracias a la labor de sus dos presidentes, Francesc Macià (1931-1933) y Lluís Companys (1934-1939), una gran tarea[cita requerida], a pesar de la grave crisis económica, sus repercusiones sociales y las vicisitudes políticas del periodo, entre ellas su suspensión en 1934, con motivo de los incidentes acaecidos en Barcelona en octubre de dicho año.

    En cuanto al movimiento obrero, destaca la crisis de la CNT con la escisión de los treinta y la formación del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC).

    Cataluña durante la Guerra Civil

    Tras la victoria electoral de las izquierdas en febrero de 1936, tuvo lugar en julio la rebelión armada contra la República, que iniciaría la guerra civil. La derrota de la rebelión militar en Cataluña supuso su incorporación al bando republicano. El desarrollo de la guerra en Cataluña se caracterizó en una primera fase por una situación de doble poder: el nominal de la Generalitat y el real de las milicias populares armadas y el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña. Los enfrentamientos entre los partidos obreros fueron muy violentos y se saldaron con la derrota de la CNT-FAI y el POUM, sobre el cual el PSUC desató una fuerte represión. Esta situación se resolvería progresivamente a favor de la Generalitat, pero al mismo tiempo vería reducida su autonomía por el gobierno central. El esfuerzo bélico de la Generalitat[cita requerida] se concentró en dos frentes: Aragón y Mallorca, siendo la segunda un verdadero fracaso. El frente de Aragón resistió con firmeza hasta 1937, cuando la ocupación de Lérida y Balaguer lo desestabilizó.

    Finalmente las tropas franquistas rompieron en dos el frente republicano al ocupar Vinaroz, lo que aisló a Cataluña del resto. La derrota de los ejércitos republicanos en la batalla del Ebro supuso la ocupación de Cataluña entre 1938 y 1939 por las tropas franquistas, que suprimieron la autonomía e instauraron un régimen dictatorial, que supondría fuertes estragos contra el catalanismo y la cultura catalana.

    El Franquismo

    El franquismo (1939-1975) supuso en Cataluña, como en el resto de España, la anulación de las libertades democráticas, la prohibición y persecución de los partidos políticos, la clausura de la prensa no adicta al régimen y la eliminación de las entidades izquierdistas. Además, se suprimieron el Estatuto de Autonomía y las instituciones de él derivadas, y se persiguió con sistematicidad la lengua y la cultura catalanas en todas sus manifestaciones públicas e incluso (en los primeros tiempos) privadas[cita requerida]. Cualquier signo de resistencia fue suprimido con energía, se multiplicaron los campos de concentración donde los detenidos vivían en condiciones precarias, las cárceles se llenaron a rebosar y miles de catalanes tuvieron que exiliarse.

    Además, 4.000 catalanes fueron ejecutados[cita requerida] entre 1938 y 1953, entre ellos el presidente de la Generalitat Lluís Companys, por mantenerse fieles a la legalidad republicana.

    Tras la primera etapa de economía autárquica, en la década de los años 1960 la economía entró en una etapa de modernización agrícola, de incremento de la industria y recibió el impacto del turismo de masas. Cataluña fue también una de las metas del movimiento migratorio, que dio a Barcelona y a las localidades de su entorno un crecimiento acelerado. También se desarrolló fuertemente la oposición antifranquista, cuyas manifestaciones más visibles en el movimiento obrero fueron Comisiones Obreras, desde el sindicalismo, y el PSUC.

    En la década de los años 1970, el conjunto de fuerzas democráticas se unificaron alrededor de la Asamblea de Cataluña. El 20 de noviembre de 1975 falleció el Jefe del Estado Español Francisco Franco, hecho que abriría un nuevo período en la historia de Cataluña.

    La Transición democrática

    Con la muerte del general Franco, se inició el periodo conocido como transición democrática, a lo largo del cual se irían alcanzando las libertades básicas, consagradas por la Constitución española de 1978. En ella se reconoce la existencia de comunidades nacionales en el Estado español, lo que da lugar a la formulación del Estado de las Autonomías.

    Tras las primeras elecciones generales, en 1977, se restauró provisionalmente la Generalidad, al frente de la cual se situó Josep Tarradellas y que componían representantes de las fuerzas más relevantes en aquel momento.

    En 1979, se aprobó finalmente un nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, netamente superior al de 1932 en algunos aspectos como enseñanza y cultura, pero inferior en otros como justicia, finanzas y orden público. En él, Cataluña se define como “nacionalidad”, se reconoce el catalán como “lengua propia de Cataluña” y alcanza la oficialidad junto al castellano. Tras su promulgación, tuvieron lugar las primeras elecciones catalanas, que dieron la presidencia de la Generalitat a Jordi Pujol, de Convergència i Unió, cargo que ostentaría, tras seis triunfos electorales consecutivos, hasta el año 2003.

    Desarrollo autonómico

    A lo largo de los años 1980 y años 1990 se desarrollaron diferentes aspectos de la construcción autonómica, entre ellos el despliegue de la policía autonómica, los Mossos d'Esquadra, la creación de la administración comarcal y el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. También se desarrolló la Ley de Normalización Lingüística, a fin de fomentar el conocimiento y el uso del catalán y se crearon la Corporació Catalana de Ràdio i Televisió, los medios de comunicación, radio y televisión, de titularidad pública catalana.

    El 5 de noviembre de 1992, España ratificó en Estrasburgo, la Carta europea de las lenguas regionales o minoritarias, por la que adquiere entre otros, el compromiso de reconocerlas, respetarlas y promoverlas.

    En 1992 Barcelona celebró los Juegos Olímpicos, que sirvieron para dar a Cataluña un reconocimiento internacional. A lo largo de la década de los años 1990, la ausencia de mayorías absolutas en el gobierno español apenas contribuyó a ampliar las competencias autonómicas, a pesar del apoyo de CiU al último gobierno de Felipe González (1993-1996) y al primero de José María Aznar (1996-2000).

    Siglo XXI

    Esta situación, el desgaste de CiU tras tantos años en el gobierno, y la agresividad de los últimos gobiernos de Aznar, apoyados por CiU, condujo a que, en noviembre de 2003, los resultados de las elecciones autonómicas posibilitaran un cambio de partidos en el gobierno de la Generalitat. A pesar de no haber ganado las elecciones por número de escaños, Pasqual Maragall (PSC-PSOE) fue nombrado presidente, encabezando un gobierno de coalición formado por el PSC-PSOE-CpC, ERC y ICV-EUA, el Tripartito catalán.

    El tripartito ha resultado inestable políticamente, especialmente con el proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña, y habrá nuevas elecciones autonómicas en el otoño del 2006.

    Source(s): wikipedia
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