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Que les parece a los españoles racistas, no confundir con la mayoría?
KINSHASA EFE, AFP Y EL PAÍS DE MADRID
Como una situación "no deseable, pero de tranquilidad" definió el contingente militar uruguayo en el Congo la tensión reinante en ese país africano. Nuevamente debieron intervenir en medio de la lucha entre el gobierno y un caudillo local.
Los enfrentamientos iniciados el jueves y continuados con menor intensidad ayer, dejaron unos 60 muertos entre militares y civiles congoleños. Dos compañías de soldados uruguayos, pertenecientes a la Monuc, participaron el jueves en la evacuación del personal diplomático de las embajadas de España, Grecia, y de funcionarios de diversas organizaciones no gubernamentales en Kinshasa.
Según dijo a El País el vocero del Ejército, coronel Nelson Santos, la evacuación hacia el Cuartel General de las Naciones Unidas, en una zona segura de Kinshasa, se realizó con éxito, mereciendo las felicitaciones de la embajada de España en Montevideo.
Es que la operativa fue difícil. Un proyectil "impactó" en un muro de la sede
3 Answers
- Anonymous1 decade agoFavorite Answer
no todos somos iguales
- elettropodoroLv 41 decade ago
crees que las personas se consideran racistas ? esperas que te contenten ? y tu lo eres
LA MÃS FELIZ
-¡Qué rosas tan bellas! -dijo el Sol-.
Y todas las yemas se abrirán, y serán tan hermosas como ellas. ¡Son hijas mÃas! Yo les he dado el beso de la vida.
-Son hijas mÃas -dijo a su vez el rocÃo-. Les he dado a beber mis lágrimas.
-Pues yo dirÃa que su madre soy yo -exclamó el rosal-. Ustedes no son sino los padrinos, que les ofrecieron un regalo según sus posibilidades y su buena voluntad.
-¡Rosas, hermosas hijas mÃas! -dijeron los tres, y les deseaban a todas la mayor felicidad de que puede gozar una rosa. Sin embargo, una sola podÃa ser la más feliz; y otra debÃa ser la menos feliz de todas. Era inevitable. Pero, ¿cuál serÃa?
-Yo lo averiguaré -dijo el viento-. Voy volando hasta muy lejos y en todas direcciones, me meto en las rendijas más estrechas, sé lo que pasa en todas partes.
Todas las rosas abiertas oyeron la conversación, y los capullos henchidos, también.
En esto se presentó en el jardÃn una madre amorosa vestida de luto, con semblante triste, y cogió una rosa a medio abrir, fresca y lozana; la que le pareció más hermosa. Se la llevó a su solitaria habitación, donde pocos dÃas antes habÃa estado brincando su hijita, enamorada de la vida, y que ahora yacÃa en el negro ataúd, dormida estatua de mármol. La madre besó a la muerta, y besando luego la rosa semiabierta, la depositó sobre el pecho de la muchacha, como esperando que su frescor y el beso de una madre pudieran hacer palpitar nuevamente el corazón.
Pareció como si la rosa se hinchara; cada uno de sus pétalos temblaba de gozo:
-¡Qué destino de amor me ha sido concedido! He llegado a ser como una criatura humana, recibo el beso de una madre escucho palabras de bendición y me voy al reino desconocido, soñando junto al pecho de la muerta. Indudablemente he sido la más feliz de todas las hermanas.
Apareció luego en el jardÃn la vieja escardadera. Contempló a su vez la magnificencia del rosal y sus ojos se clavaron en la rosa mas grande, abierta del todo. «Otra gota de rocÃo y otro dÃa ardoroso, y sus hojas caerán», pensó la mujer. La flor habÃa dado ya el beneficio de su belleza, y debÃa dar ahora el de su utilidad. La cortó y guardó en un periódico; la pondrÃa en casa junto a otras rosas marchitas, y, mezclándolas con esas otras pequeñas flores azules llamadas espliegos, las embalsamarÃa con sal. Hay que observar que sólo se embalsama a las rosas y a los reyes.
-¡Qué honor el mÃo! -dijo la rosa al sentirse cogida por la escardadera-. Van a embalsamarme. Yo seré la más feliz.
Se presentaron luego en el jardÃn dos jóvenes; uno de ellos era poeta, el otro pintor, y cada uno de ellos cogió una rosa bellÃsima.
El pintor trasladó al lienzo una imagen de la flor abierta, con tal fidelidad que parecÃa su reflejo.
-De este modo -dijo el artista- viviré muchas generaciones, mientras millones y millones de su especie se marchitarán y morirán.
-Yo habré sido la más favorecida -dijo la rosa-; la suerte mejor habrá sido para mÃ.
El poeta contempló la flor que habÃa cogido y compuso sobre ella un poema, en el que se expresaban todos los misterios que habÃa leÃdo en sus pétalos. Le puso por tÃtulo «Libro de estampas del Amor» y pasó a la inmortalidad.
-¡Me han hecho inmortal! -exclamó la rosa-. ¡Yo soy la más feliz de todas!
Entre la magnificencia del rosal florido habÃa una rosa que quedaba casi oculta bajo las restantes. Casualmente, y por suerte tal vez para ella, tenÃa un defecto: estaba torcida en su tallo, y las hojas de un lado no eran simétricas a las del opuesto. Del centro de la flor salÃa una hojita verde deformada. Son esas miserias de las que no se libran ni las rosas.
-¡Pobrecilla! -dijo el viento besándola en la mejilla. La rosa creyó que era un saludo, un homenaje; tuvo la impresión de ser distinta de las demás rosas, y le pareció una distinción la circunstancia de tener en el centro aquella hoja verde. Llegó volando una mariposa y besó sus pétalos; era un pretendiente, y ella lo dejó marchar. Vino después un saltamontes muy grandote, que se posó sobre otra rosa, se puso a frotarse la falsa pata, lo cual, en los saltamontes, es señal de amor. La flor en que se habÃa posado no lo comprendió, pero la rosa deformada sà se dio cuenta de que el insecto miraba con ojos que decÃan:
«Te comerÃa de puro amor».
¿Y qué mayor signo de amor que el quererse comer al ser amado? Pero la rosa no quiso entregarse al saltamontes. El ruiseñor cantó en medio de la noche estrellada.
-Estoy segura de que lo hace para mà -dijo la rosa del defecto, o de la distinción-. Por qué me han distinguido asà por encima de todas mis hermanas? ¿Por qué me dieron esta cualidad, que hace de mà la más feliz?
A continuación entraron en el jardÃn dos fumadores. Hablaban de rosas y de tabaco. Se decÃa que las rosas no soportaban el humo del tabaco, y que a su contacto la flor perdÃa su color y se volvÃa verde. QuerÃan efectuar el experimento, pero les dolió echar a perder una de aquellas rosas tan bellas, y cortaron la defectuosa.
-¡Una nueva distinción! -exclamó ésta-. ¡Qué ventura la mÃa! Soy la más feliz de todas.
Y se puso verde, de orgullo y del humo del tabaco.
Una rosa, semicapullo todavÃa, acaso la más bella del rosal, obtuvo el puesto de honor en un artÃstico ramillete que reunió el jardinero y que, llevado al señorito de la casa, salió con él en coche.
La rosa brillaba como una perla entre otras flores, rodeadas de verdor. La llevaron a la esplendoroso fiesta, a la que asistÃan elegantes caballeros y damas, a la luz de mil lámparas. Sonó la música; sucedÃa aquello en el océano de luz del teatro, y cuando la joven y celebrada bailarina apareció, vaporosa, en escena, saludada por el general entusiasmo, los ramos volaron a sus pies como lluvia de flores.
Entre ellos cayó el ramillete, en cuyo centro brillaba como piedra preciosa la bella rosa de nuestro jardÃn. Sintió la flor su inmensa e indecible felicidad, la gloria y el esplendor que la rodeaban, y al tocar el suelo se lanzó también a bailar, a saltar por las tablas, pues al caer se habÃa quebrado su tallo.
No fue a parar a manos de la agasajada, sino que rodó detrás del bastidor, donde la recogió un tramoyista. Vio éste que era bellÃsima y fragante, pero que carecÃa de tallo; se la metió en el bolsillo, y al llegar a su casa por la noche, la puso en una copita con agua.
A la mañana siguiente la colocaron delante de la abuela, que, vieja e inválida, ocupaba el sillón. La mujer estuvo contemplando la magnÃfica rosa rota y recreándose en su aspecto y su perfume.
-No fuiste a parar a la mesa de la rica y linda señorita, sino a la de esta pobre vieja; pero aquà eres como un pomo de rosas. ¡Qué hermosa eres!
Y miraba la flor con alegrÃa infantil, pensando seguramente en su lejana juventud perdida.
-Entré por un agujero que tenÃa el cristal - dijo el viento y vi los brillantes ojos juveniles de la anciana y la bella rosa quebrada en la copita. ¡La más feliz de todas! Lo sé. Puedo afirmarlo.
Cada una de las rosas del rosal de aquel jardÃn tenÃa su historia. Cada una creÃa ser la más feliz, y la fe da la ventura. La última de las flores estaba persuadida de ser la más dichosa de todas.
-He sobrevivido a las demás. Soy la última, la única, la hija predilecta de nuestra madre.
-Y yo soy su madre -dijo el rosal.
-¡Yo lo soy! -replicó el sol.
-¡Y yo! -afirmaron el viento y el tiempo.
-Todos tenemos nuestra parte -dijo el viento-. Y cada uno de nosotros participará de su belleza.
Y el viento esparció las hojas sobre la planta, donde yacÃan las gotas del rocÃo y brillaba el sol.
-También yo he tenido mi parte -añadió el viento-.
Yo he visto la historia de todas las rosas, y la contaré por todo el vasto mundo.
Luego me dirás cuál de ellas fue la más feliz, esto debes decirlo tú; yo he hablado ya bastante.