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-¿Qué harás padre? – Lehahiah tomo la cabeza de Azrael por el cabello sin perder de vista a mi padre

Al lanzarla contra Samael tres gotas de sangre cayeron al suelo, era toda la vida que quedaba en ese ángel putrefacto. Samael no se inmuto al ver rodar la cabeza de su hermano colina abajo hasta quedar junto al cuerpo de otro ángel muerto, esperaba el momento perfecto para asesinar a mi padre y tomar el poder de nuestro reino. Haber inculpado a mi amado Anael de todo lo dejo en una posición estratégica de ataque, esperaría hasta que sus ángeles aniquilaran al resto, entonces Lehahiah sería el último protector de mi padre y no era un rival difícil de vencer. Después atacaría a mi padre pero no lo mataría rápidamente, no, lo haría sufrir despiadadamente.

-¿Qué haces padre? ¿Acaso Anael también te controla? – inquirió Samael con un fingido tono de voz preocupado

-esto quizá sea lo último que haga – levantó los brazos y luego los dirigió hacia la multitud de ángeles en guerra – Lehahiah quédate a mi lado

Samael corrió para estar al lado de mi padre y aunque no estaba lejos un repentino resplandor blanquecino lo cegó completamente, cayó al suelo sintiendo el calor más intenso que jamás haya sentido; todo su cuerpo ardía intensamente. Aunque yo estaba viendo todo lo ocurrido a través de los sueños de Anael pude sentir mi propia carne sucumbir a ese calor incomparable, Samael se retorcía de dolor mientras sus alas se quemaban lentamente. Todo duro a lo sumo cinco segundos y sin embargo apenas el resplandor ceso, todo era diferente

-¿Qué te sucede padre? – Lehahiah lo ayudo a sentarse junto a la muralla de piedra

-¿Samael? – Pregunto mi padre con una voz agonizante - ¡Samael!

Humeando de pies a cabeza el poderoso guerrero arrastraba hacia mi padre, sus alas ya no eran blancas; un homogéneo negro las cubría desde la raíz hasta las puntas. Me horroricé al verlo levantarse e ir a toda prisa con una espada rota en la mano, la sonrisa macabra en su rostro me dejaba saber cuánto saboreaba la victoria. Los ángeles que combatían ferozmente fueron convertidos en estatuas de cenizas frágiles que el viento erosionaba muy rápido