ChrisTian M

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Todo era diferente. Las nubes cubrían el reino de hielo en tanto un par de huracanes arrasaban las costas del desierto, el paisaje había cambiado tan rápido que me sorprendió ver el paso del tiempo a una escala universal

-todos hemos cambiado, princesa

-incluso Anael está cambiando bajo tierra, no será el mismo nunca más – afirmé con un dejo de nostalgia

-ahora eres más fuerte, debe ser así, de lo contrario no habrías sobrevivido un solo día a esta guerra – decía con un tono de voz suave, profundo, tranquilizador del alma – es por eso que todo cambia, para vivir, la vida es cambio constante

Tantos cambios en tan poco tiempo abrumaban el espíritu pero el anciano del viento tenía razón, tal vez debía seguir cambiando hasta ser otro ser tan diferente a mi pasado que ni yo misma pueda reconocerme

-¿me hare irreconocible?

-las nubes, los huracanes… ¿han hecho irreconocible la tierra?

-sigue siendo la misma – dije comprendiendo a que se refería – mi esencia no ha cambiado

Regresar al campo de batalla tras un momento de reflexión fue caótico, una pesadilla gigantesca donde la selva parecía ser el cementerio más grande de la historia. Los pocos soldados que sobrevivieron se retiraban llevándose a Samael malherido, alguien le había propinado un duro golpe al mejor guerrero de los ángeles y no parecía tener posibilidades ahora que su ejército se reducía a un par de decenas

-¡debemos seguirlos!- las amazonas que se agrupaban frente a las cuevas no tenían muchas flechas, algunas ni siquiera traían los arcos

-ya está derrotado – aseguro Otik dejándose caer sobre sus espaldas – he logrado herirlo con una flecha en el pecho

Las amazonas también se veían agotadas, aunque no se alimentaban nunca; si necesitaban descansar para recuperar sus fuerzas. Incluso Alisio daba muestras de una fatiga abrumadora, la longevidad del anciano empezaba a jugar en contra pero de seguro jamás podrían siquiera llegar a herirlo, después de todo su cuerpo es solo aire.

-¿Cuántas bajas tuvimos? – el guardián intento contabilizar las cientos de amazonas pero se hacía difícil por su similitud con los arboles de la selva

-tres- respondió una de ellas arrastrando dos de los cadáveres. Eran amazonas jóvenes que por supuesto no tenían mayores habilidades en combate

A nuestro alrededor por lo menos un centenar de ángeles muertos daban cuenta de la victoria pero nadie celebró, ni siquiera nos sentimos aliviados por vivir un día más.

-uno, dos…tres- di un pequeño salto para caer bocabajo con los brazos y piernas extendidos, la plataforma de piedra estaba fría como el hielo, se tambaleaba de un lado a otro amenazando con voltearse completamente. El centro de mi cuerpo quedo en la mitad así que debía estabilizar todo con mis extremidades, lo conseguí en pocos segundos, antes de que alguien se asomara a echar un vistazo y me cubrí el rostro con las alas para evitar ser reconocido

Un profundo suspiro emano quien quiera se haya asomado en el pozo, durante todo el tiempo en que sentí su respiración pausada imagine el dolor agudo de una daga al enterrarse en mi espalda. Samael, el guerrero poderoso que ignoraba todas mis recomendaciones, había acatado el peor consejo que pude haberle dado cuando aún éramos hermanos, amigos

-elimina a tus propios soldados cuando estén malheridos, líbralos de ese sufrimiento – dije una vez cuando estaba seguro de que éramos los únicos seres en todo el universo

Ahora esperaba nervioso, si decidía obedecer mi consejo me descubriría, lo único que podía hacer era esperar. Finalmente la respiración ceso, se había alejado.

-uno, dos…tres- di un pequeño salto para caer bocabajo con los brazos y piernas extendidos, la plataforma de piedra estaba fría como el hielo, se tambaleaba de un lado a otro amenazando con voltearse completamente. El centro de mi cuerpo quedo en la mitad así que debía estabilizar todo con mis extremidades, lo conseguí en pocos segundos, antes de que alguien se asomara a echar un vistazo y me cubrí el rostro con las alas para evitar ser reconocido

Un profundo suspiro emano quien quiera se haya asomado en el pozo, durante todo el tiempo en que sentí su respiración pausada imagine el dolor agudo de una daga al enterrarse en mi espalda. Samael, el guerrero poderoso que ignoraba todas mis recomendaciones, había acatado el peor consejo que pude haberle dado cuando aún éramos hermanos, amigos

-elimina a tus propios soldados cuando estén malheridos, líbralos de ese sufrimiento – dije una vez cuando estaba seguro de que éramos los únicos seres en todo el universo

Ahora esperaba nervioso, si decidía obedecer mi consejo me descubriría, lo único que podía hacer era esperar. Finalmente la respiración ceso, se había alejado.

Sin la delicadeza de la primera vez volvió a cubrir mis ojos con sus manos, al retirarlas pude verla siendo una adolescente temerosa que vagaba por los alrededores de las cuevas cazando animales para sobrevivir. La amazona permanecía tras ella persiguiéndola como si fuera su sombra, atormentándola constantemente sin dejarle una noche de sosiego; obligándola a comer los animales crudos despertó en la joven princesa el gusto por la sangre y la carne cruda, entonces dejo de ser un castigo y se convirtió en un placer, una necesidad que aprendió a saciar cazando día y noche.

Decenas de recuerdos pasaron rápidamente hasta que se detuvo en uno lejano pero lleno de colores nocturnos. Allí estaba la vieja amazona tendida en el suelo enrojecido por la sangre de una mujer humana y un niño, por sus pieles de color canela no podrían ser iguales a los humanos del reino de hielo, estos provenían de otro lugar.

-mis hijas vendrán a destruirte aberración – la vieja amazona se arrastraba lejos de los cadáveres hacia una cueva bajo las raíces de un árbol

-me las comeré igual que a ti

Agarrándola con fuerza de ambas piernas lanzo a la amazona contra el tronco del árbol hacia el que se arrastraba, este se rompió en dos pedazos dejando astillas con puntas afiladas. El aspecto de la princesa a la que ahora todas las amazonas llamaban aberración era espeluznante en esa noche, vestía las pieles de dos amazonas jóvenes a las que cazo durante la mañana, en su cabello trenzo algunas enredaderas con espinas y limó las uñas en forma de flecha

Sin la delicadeza de la primera vez volvió a cubrir mis ojos con sus manos, al retirarlas pude verla siendo una adolescente temerosa que vagaba por los alrededores de las cuevas cazando animales para sobrevivir. La amazona permanecía tras ella persiguiéndola como si fuera su sombra, atormentándola constantemente sin dejarle una noche de sosiego; obligándola a comer los animales crudos despertó en la joven princesa el gusto por la sangre y la carne cruda, entonces dejo de ser un castigo y se convirtió en un placer, una necesidad que aprendió a saciar cazando día y noche.

Decenas de recuerdos pasaron rápidamente hasta que se detuvo en uno lejano pero lleno de colores nocturnos. Allí estaba la vieja amazona tendida en el suelo enrojecido por la sangre de una mujer humana y un niño, por sus pieles de color canela no podrían ser iguales a los humanos del reino de hielo, estos provenían de otro lugar.

-mis hijas vendrán a destruirte aberración – la vieja amazona se arrastraba lejos de los cadáveres hacia una cueva bajo las raíces de un árbol

-me las comeré igual que a ti

Agarrándola con fuerza de ambas piernas lanzo a la amazona contra el tronco del árbol hacia el que se arrastraba, este se rompió en dos pedazos dejando astillas con puntas afiladas. El aspecto de la princesa a la que ahora todas las amazonas llamaban aberración era espeluznante en esa noche, vestía las pieles de dos amazonas jóvenes a las que cazo durante la mañana, en su cabello trenzo algunas enredaderas con espinas y limó las uñas en forma de flecha

-¿Qué harás padre? – Lehahiah tomo la cabeza de Azrael por el cabello sin perder de vista a mi padre

Al lanzarla contra Samael tres gotas de sangre cayeron al suelo, era toda la vida que quedaba en ese ángel putrefacto. Samael no se inmuto al ver rodar la cabeza de su hermano colina abajo hasta quedar junto al cuerpo de otro ángel muerto, esperaba el momento perfecto para asesinar a mi padre y tomar el poder de nuestro reino. Haber inculpado a mi amado Anael de todo lo dejo en una posición estratégica de ataque, esperaría hasta que sus ángeles aniquilaran al resto, entonces Lehahiah sería el último protector de mi padre y no era un rival difícil de vencer. Después atacaría a mi padre pero no lo mataría rápidamente, no, lo haría sufrir despiadadamente.

-¿Qué haces padre? ¿Acaso Anael también te controla? – inquirió Samael con un fingido tono de voz preocupado

-esto quizá sea lo último que haga – levantó los brazos y luego los dirigió hacia la multitud de ángeles en guerra – Lehahiah quédate a mi lado

Samael corrió para estar al lado de mi padre y aunque no estaba lejos un repentino resplandor blanquecino lo cegó completamente, cayó al suelo sintiendo el calor más intenso que jamás haya sentido; todo su cuerpo ardía intensamente. Aunque yo estaba viendo todo lo ocurrido a través de los sueños de Anael pude sentir mi propia carne sucumbir a ese calor incomparable, Samael se retorcía de dolor mientras sus alas se quemaban lentamente. Todo duro a lo sumo cinco segundos y sin embargo apenas el resplandor ceso, todo era diferente

-¿Qué te sucede padre? – Lehahiah lo ayudo a sentarse junto a la muralla de piedra

-¿Samael? – Pregunto mi padre con una voz agonizante - ¡Samael!

Humeando de pies a cabeza el poderoso guerrero arrastraba hacia mi padre, sus alas ya no eran blancas; un homogéneo negro las cubría desde la raíz hasta las puntas. Me horroricé al verlo levantarse e ir a toda prisa con una espada rota en la mano, la sonrisa macabra en su rostro me dejaba saber cuánto saboreaba la victoria. Los ángeles que combatían ferozmente fueron convertidos en estatuas de cenizas frágiles que el viento erosionaba muy rápido

-¿Qué harás padre? – Lehahiah tomo la cabeza de Azrael por el cabello sin perder de vista a mi padre

Al lanzarla contra Samael tres gotas de sangre cayeron al suelo, era toda la vida que quedaba en ese ángel putrefacto. Samael no se inmuto al ver rodar la cabeza de su hermano colina abajo hasta quedar junto al cuerpo de otro ángel muerto, esperaba el momento perfecto para asesinar a mi padre y tomar el poder de nuestro reino. Haber inculpado a mi amado Anael de todo lo dejo en una posición estratégica de ataque, esperaría hasta que sus ángeles aniquilaran al resto, entonces Lehahiah sería el último protector de mi padre y no era un rival difícil de vencer. Después atacaría a mi padre pero no lo mataría rápidamente, no, lo haría sufrir despiadadamente.

-¿Qué haces padre? ¿Acaso Anael también te controla? – inquirió Samael con un fingido tono de voz preocupado

-esto quizá sea lo último que haga – levantó los brazos y luego los dirigió hacia la multitud de ángeles en guerra – Lehahiah quédate a mi lado

Samael corrió para estar al lado de mi padre y aunque no estaba lejos un repentino resplandor blanquecino lo cegó completamente, cayó al suelo sintiendo el calor más intenso que jamás haya sentido; todo su cuerpo ardía intensamente. Aunque yo estaba viendo todo lo ocurrido a través de los sueños de Anael pude sentir mi propia carne sucumbir a ese calor incomparable, Samael se retorcía de dolor mientras sus alas se quemaban lentamente. Todo duro a lo sumo cinco segundos y sin embargo apenas el resplandor ceso, todo era diferente

-¿Qué te sucede padre? – Lehahiah lo ayudo a sentarse junto a la muralla de piedra

-¿Samael? – Pregunto mi padre con una voz agonizante - ¡Samael!

Humeando de pies a cabeza el poderoso guerrero arrastraba hacia mi padre, sus alas ya no eran blancas; un homogéneo negro las cubría desde la raíz hasta las puntas. Me horroricé al verlo levantarse e ir a toda prisa con una espada rota en la mano, la sonrisa macabra en su rostro me dejaba saber cuánto saboreaba la victoria. Los ángeles que combatían ferozmente fueron convertidos en estatuas de cenizas frágiles que el viento erosionaba muy rápido

- a la guerra

-¡nadie ira a la guerra! – Alisio se materializo frente a Anael enterrándole las manos en el pecho

-todos tenemos que luchar – Garbí se enfureció al verlo

-¿Cómo es posible? – El rostro de Alisio era de un total desconcierto - ¿Qué has visto?

Se alejó de Anael mirándolo sorprendido - ¿no recuerdas tu pasado?

-No recuerdo nada – Anael cayó arrodillado por el dolor en su pecho, el que los viejos hermanos de viento conociera nuestra alma resulto ser muy doloroso

-tenemos que luchar… - el anciano quedo en un estado de trance mientras Anael se recuperaba por completo

-¿Qué has visto? – inquirió Garbí

-tenemos que luchar… - desapareció en un parpadeo y regreso a los pocos segundos con un ángel entre sus brazos – mira su alma – dijo a Garbí

-avisare a Samael y estarán muertos- ese joven ángel estaba furioso, intentaba soltarse con todas sus fuerzas pero no era un digno rival para Alisio

-¡no puede ser! – la anciana retiró las manos del ángel, algo en su alma la había aterrorizado

-lo matare – gritó Anael tomando su espada para decapitarlo, en dos ocasiones estuvo cerca de lograrlo pero Alisio lo evito elevándose con él por sobre las copas de los arboles

-yo lo hare

De todas las muertes que había presenciado y provocado esta tenía que ser la más horrible, Alisio entro en el cuerpo del ángel y lo inflo hasta que exploto en medio del cielo; la lluvia de sangre no paso de las hojas más altas de los árboles en tanto los pedazos del cuerpo apenas al caer ya eran devorados por distintos animales.

- a la guerra

-¡nadie ira a la guerra! – Alisio se materializo frente a Anael enterrándole las manos en el pecho

-todos tenemos que luchar – Garbí se enfureció al verlo

-¿Cómo es posible? – El rostro de Alisio era de un total desconcierto - ¿Qué has visto?

Se alejó de Anael mirándolo sorprendido - ¿no recuerdas tu pasado?

-No recuerdo nada – Anael cayó arrodillado por el dolor en su pecho, el que los viejos hermanos de viento conociera nuestra alma resulto ser muy doloroso

-tenemos que luchar… - el anciano quedo en un estado de trance mientras Anael se recuperaba por completo

-¿Qué has visto? – inquirió Garbí

-tenemos que luchar… - desapareció en un parpadeo y regreso a los pocos segundos con un ángel entre sus brazos – mira su alma – dijo a Garbí

-avisare a Samael y estarán muertos- ese joven ángel estaba furioso, intentaba soltarse con todas sus fuerzas pero no era un digno rival para Alisio

-¡no puede ser! – la anciana retiró las manos del ángel, algo en su alma la había aterrorizado

-lo matare – gritó Anael tomando su espada para decapitarlo, en dos ocasiones estuvo cerca de lograrlo pero Alisio lo evito elevándose con él por sobre las copas de los arboles

-yo lo hare

De todas las muertes que había presenciado y provocado esta tenía que ser la más horrible, Alisio entro en el cuerpo del ángel y lo inflo hasta que exploto en medio del cielo; la lluvia de sangre no paso de las hojas más altas de los árboles en tanto los pedazos del cuerpo apenas al caer ya eran devorados por distintos animales.

Andrea Ricciardo sentía que su vida era negra como el pelaje del enorme gato que la miraba fijamente tras la diminuta ventana circular de la casa frente a la suya, durante varios minutos sus ojos color miel se enfocaron en las pupilas hipnóticas del felino. Hace dos semanas no habría notado la presencia del animal en la casa de madera abandonada, solía asomarse por la enorme ventana de marco blanco solo cuando sus amigas le gritaban desde sus automóviles que saliera a dar un paseo con ellas.

Esa noche a diferencia de las dieciocho anteriores en las que cumplió años, estaba sola. Su madre Antonella y Giovanni, su padre; ambos de origen italiano pero cuya vida transcurrió completamente dentro del reino estaban en la enorme sala de la casa, llorando abrazados el uno al otro sin saber qué hacer. La muerte de Fiorella, cambio a su hija por completo; de una joven enérgica, optimista, que permanecía siempre con sus amigas en el centro comercial o de paseo en su automóvil deportivo, paso a convertirse en un cadáver viviente que comía dos veces al día, hablaba de vez en cuando y siempre permanecía encerrada en su habitación, esperando el momento en que su mejor amiga regresara de la muerte.

VIEJO PAYASO

Sentado en una acera miras la vida pasar viejo payaso, niños, mujeres, hombres, perros y gatos pasan por tu lado sintiendo pena al ver tu peluca descolorida. Ya tu tiempo se marcho como una amante de verano, dejándote sin dinero, sin un techo y sin haber amado ¡pobre payaso! Lloras lleno de amargura pero todos ven en ti una sonrisa eterna, aquella que a tus veinte años floreció cuando creías que el mundo estaba en tus manos. Te equivocaste payaso de nariz roja, te burlabas del destino con movimientos graciosos y en cambio la vida te sorprendió envolviéndote en una burbuja de maquillaje, pelucas y disfraces… entre carpas, luces y viajes se pasaron tus años de juventud. Creyendo amar a fulanas que desaparecían al amanecer sin saber siquiera tú nombre

Ahora te has vuelto una sombra colorida en las calles repletas de juventud y belleza, la música de tu acordeón desvencijado murió igual que tu esperanza de superarte… y vaya que lo intentaste, payaso aguerrido que no conocía la fatiga; trabajabas de día y de noche esperando el momento en que todos cayeran a tus pies, pero fuiste tú quien termino a los pies de todos.

El hambre hace que te quejes en tu reducido espacio de la acera, solo unos centavos caen a veces en la lata oxidada provenientes de otros viejos que te entiendes. Las enfermedades te golpean sin clemencia pobre payaso y ya tu corazón no quiere ver más amaneceres, se apaga despacio, regalándote la última mirada a la luna cómplice de tus aventuras.

Así llegas al último suspiro con el que todo tu cuerpo se apaga, mueres con una sonrisa pintada de azul, blanco y rojo al lado del perro callejero al que le dabas el poco de cariño y comida que pedía para vivir; el también muere a tu lado payaso, no le queda más nada en el mundo.

Tú eras su mundo y él era el tuyo, viejo payaso.

Cinco minutos se tardo en organizar la secuencia del uno al cien, incluso las fotos tenían en la parte de atrás su respectivo numero. El número uno era un apunte de Lewis sin fecha, que decía lo siguiente:

“hoy cumplí veinte años dentro del imperio malvado si es que se puede llamar así a semejante paraíso donde todo es perfecto. Desde las calles y edificios hasta el más insignificante de los detalles, nos informan los oficiales que estamos en medio de una llamada guerra, pero ninguno de nosotros ha disparado o recibido una sola bala. Los soldados de mi escuadra me cantaron acompañados con una guitarra e hicieron bromas sobre mi regalo de cumpleaños: una botella de ron envasada en los recipientes de la comida liquida. Como extraño masticar los alimentos, en varios momentos he pensado quitarme la máscara y comer una manzana o unas frituras de las miles que encontramos en cada supermercado de Miami. Una ciudad que tiene todo lo que soñamos nosotros, los que vivimos al sur de la frontera. Pero sé que si nos quitamos la máscara moriremos como toda esa gente que se pudre en las calles, así que estaré agradecido por que al menos los suministros de la comida liquida que cargamos en la espalda y succionamos por medio de una manguera siempre llegan a tiempo.”

La parte inferior del papel estaba enmohecida pero aun podía leerse:

‘’ doscientos veinte días llevo patrullando ciudades y campos desolados, toda la gente está muerta, quisiera explicártelo madre pero sé que jamás me creerías si te digo que la muerte se los llevo a todos de un solo zarpazo; encontramos cadáveres en los automóviles, acostados en sus camas, y sobre todo en las calles aun con sus teléfonos móviles apretados entre las manos podridas. Temo por mi vida cada noche que me quito la máscara para dormir en una las bases móviles que la fuerza aérea ha desplegado.

Cuando la fatiga y el hambre maltratan mi cuerpo recuerdo cuando me dijiste que permaneciera en Londres, que esa no era mi guerra ni mi causa sin embargo yo me siento latino, siento mía esta lucha. No puedo escuchar las noticias pero rumores dicen que en Europa todos están muriendo de igual manera, espero volverte a ver madre.

Con cariño tu único hijo Lewis Portman”

¿Qué sucede mamá? – se giro en la cama cubriéndose con la manta blanca remendada en siete lugares distintos, dándole la espalda siguió durmiendo

Hoy cumples dieciocho años

No hubo respuesta del muchacho. Se retiro hasta su habitación y regreso en poco tiempo con el cofre en sus manos, suspiro hasta que los pulmones se le llenaron por completo de aire y empezaron a dolerle; después exhalo despacio

Tu abuelo me pidió que te lo entregara en este día- susurró al oído de su hijo

Williams se giro haciendo rechinar las desoldadas partes de su pequeña cama - ¿mi abuelo? – agarro apresuradamente el cofre, lo reviso por fuera hasta detenerse en los dos candados viejos. A reventar de energía dio un salto de la cama hasta el closet frente a esta, entre la ropa desteñida, rota, de mala calidad, saco una minúscula camisa de color verde oliva como las del ejercito. En realidad era una versión infantil que Lewis le regalo a los tres años

¿Qué buscas? – Bárbara no entendía nada de lo que ocurría, pero se apuro a sostener la camisa para que Williams despegara la medalla que tenía sobre la tapa del único bolsillo

Forcejeó hasta que logro sacar una pequeña parte incrustada en la estrella de cobre. Aun mas emocionado que antes, tomo el cofre e introdujo e introdujo la parte en el primer candado. Nada ocurrió. Intento con el segundo y tras un leve sonido se abrió tras años de estar sometido a condiciones dañinas bajo tierra

Bárbara logró retirar la otra llave de la estrella, la oscura habitación se cargo de misterio apenas abrió el segundo de los candados – ábrelo – dijo ella intrigada; por su mente había pasado la idea de abrirlo antes que su hijo muchas veces pero se resistió al saber que esos no eran los deseos del difunto

Quiero estar solo

¿Seguro?

Estaré bien, déjame solo

Apenas ella cruzo la puerta hacia el pasillo, cerró la puerta con llave. Dentro de su corazón el vacio de su abuelo era gigantesco pero por alguna razón existía felicidad en un día que se suponía negro, tenía un regalo de Lewis que le hacía sentirlo aun vivo

Gracias abuelo – retiro el primer candado que cayó al piso de granito, el sonido seco del metal retumbo en toda la habitación que solo tenía una cama, una mesa de noche hecha por Williams con su abuelo y el closet con sus ropas. Desde la cocina donde preparaba el desayuno, Bárbara escucho la caída del segundo candado; por su cabeza pasaron miles de pensamientos sobre el contenido del cofre.

Ordenados uno tras otro entraron al deprimente restaurante, las mesas de madera junto con las sillas carcomidas por las polillas; las paredes de color rojo intenso y un par de ancianos no muy agradables como encargados hacían de un día hermoso algo parecido a una pesadilla en un mundo extraño. Siendo los únicos del campo petrolero Alfa **, ambos tomaron lugar en una de las mesas más alejadas junto a la vieja fuente de piedra por la que ya no corría agua, pero en la que las arañas habían podido hacer una cascada con su telaraña.

-regalo mis zapatos a quien adivine que desayunaremos- dijo uno de los jóvenes, todos rieron incluyendo la pareja de ancianos y el conductor. Desde hacía muchos años el menú de los establecimientos gubernamentales o que dependían del gobierno parecía haberse congelado en el tiempo. El desayuno era una taza de chocolate tibio con un pan integral mediano y una rebanada de queso sin sal. El almuerzo era algo más generoso con arroz, sopa de pollo o carne, algo de verduras y un jugo. Solo la cena era lo único que realmente esperaban todos los trabajadores y no así beneficiarios del sistema, los primeros podían darse el lujo de comer en sus casas cualquier tipo de alimento que pudieran comprar a elevados precios, pero para los beneficiarios solo era una taza de avena pre cocida con cuatro galletas de soda.

-¿Qué piensas hacer? – la mirada de Carolina busco la de Williams esperando una respuesta importante

¿Hacer respecto a qué?- respondió partiendo un trozo de pan

-cumplirás dieciocho años en dos días ¿Qué harás con tu vida?

El trozo de pan se hundió despacio hasta el fondo de la taza humeante de chocolate, solía olvidar muchas cosas pero jamás su cumpleaños. Los regalos del viejo Lewis eran una sorpresa que mejoraba año tras año, la primera bicicleta, el primer radio, medallas de guerras antiguas y sobre todo historias, muchas historias habían sido los regalos de su abuelo

No sé qué hare, tal vez vaya al ejército o tal vez sea un agente del partido…

“somos libres” decía la primera plana de un periódico sudamericano impreso en el año 2012 tras la caída de la primera potencia mundial, Estados Unidos. Ochenta años más adelante y tras un vidrio de seguridad, yacía inmortalizada en un museo como un recuerdo de lo que se considero una época oscura y de opresión por parte de la extinta potencia.

-ya has leído suficiente- vociferó un militar empujándolo hacia adelante

Williams agacho la mirada ante el soldado. Haber osado mirarle a la cara; le habría garantizado una golpiza en algún cuarto oscuro con duros palos de madera, ni siquiera pensó en pelear con el uniformado. Esto le habría costado morir fusilado. Continúo observando las demás posesiones del museo en total silencio como el resto de personas que tras el caminaban, todos vestidos con pantalones de jean, camisetas de color rojo en alusión al líder títere y zapatos deportivos que en épocas anteriores se hubieran considerado arcaicos.

El largo recorrido por el museo duró por lo menos un par de horas, el viaje de Williams junto con otros veinte jóvenes de su ciudad natal, dos días. A diferencia de estos que fueron educados en las escuelas del estado, su educación corrió por cuenta de su abuelo, un anciano centenario al que la vida se le termino un par de semanas antes.

Mirando las descoloridas fotos pegadas en las paredes, del llamado “nuevo comienzo” el parecía reconocer a su abuelo en cada hombre caucásico que veía sosteniendo un fusil y una bandera con ocho estrellas. A su vez el también se reconocía en ellos pues el parecido entre abuelo y nieto era innegable, los dos tenían ojos almendrados azules, cuerpos delgados y encorvados que sobrepasaban el metro ochenta de estatura junto una personalidad inquieta que le garantizo al viejo difunto muchas costillas rotas a lo largo de su vida adulta.

-tengo que sacarte de aquí princesa- murmullo camino al castillo

Consciente de que me vería a mi misma empecé a quedarme atrás para evitar hacerlo, no querría ver de frente mi rostro lleno de felicidad que ahora se había vuelto uno lleno de miedo y amor. Calculando el tiempo en base a los recuerdos recientes, fui capaz de saber el momento en que me dejaría marchar sola al reino de hielo. Pasaron largos minutos hasta que estuve segura de que ya no me vería, volé entonces hasta el castillo pasando por encima del ejército y los jardines hasta la torre donde mi hermana afinaba su voz.

-esta noche será muy especial para todos- decía a sus hombrecillos que ya caminaban a la bolsa donde siempre permanecían

Contemple a mi hermana por diez o quince segundos guardando cada detalle de su cuerpo en mi memoria, algo muy dentro del corazón me decía que una desgracia caería sobre ella esta noche. Antes de bajar al salón principal donde ya los ángeles empezaban a tocar, tomo a los hombrecillos, cerró la ventana terminando con la lluvia de pétalos y empezó a bajar las escaleras tarareando como de costumbre.

¿Podrá verme mi padre? – la pregunta me tomo por sorpresa, al parecer la parte inconsciente de mi, daba un paso a la consciencia alertándome justo a tiempo. Solo un par de pasos más y aparecería en el pasillo que custodiaban dos ángeles con la cabeza gacha y los ojos cerrados, Apolline caminaba erguida por la calle de honor que formaban los ángeles con diferentes instrumentos musicales, al final de esta mi padre y Samael estaban uno al lado del otro.

Lanzando una cabeza lejos, Anael respondió que estaba aquí por mi y nadie más. Al ver morir ese joven sin hacer nada me di cuenta que yo estaba allí solo por mi amado peleando una guerra sin saber siquiera por que Samael venía a destruirnos; recordé su promesa y pisando miembros mutilados llegue hasta él y le pedí que me revelara lo ocurrido en nuestro reino.

-¿piensas que es un buen momento?

-es hora de irnos- dije confiada en que los ángeles estaban siendo derrotados, esta vez yo tome la iniciativa y él me siguió de cerca por un sendero improvisado marcado por las huellas de muchos humanos que corrieron lejos del enfrentamiento; agitada, ensangrentada y fatigada corrí lejos de la guerra hasta llegar a un lugar lejano donde el ruido de las espadas y las flechas desaparecía.

-ven princesa aquí hay un refugio

-no deberíamos entrar… se asustaran al vernos

Con cautela asomo la cabeza dentro del rustico refugio hecho con tres troncos delgados amarrados en un extremo y enterrados en forma de trípode envueltos por grandes pedazos de cuero, unidos con desesperación palpable en la poca calidad de las puntadas.

-creo que no se asustaran al vernos princesa

-¿Por qué no?

-todos están muertos

Dos mujeres abrazadas en el centro del refugio como una obra de arte sobre la muerte estaban congeladas, con la piel visiblemente quemada en ciertos lugares del rostro y las manos de un color negro intenso.

-¡todo esto es mi culpa!- abrasé a las dos con tanta fuerza hasta que sus cuerpos se rompieron como una porcelana; ni siquiera una gota de sangre aun estaba tibia, hasta sus almas se habían congelado.

-esto no es tu culpa princesa- me levanto agarrándome con fuerza de los brazos – esto es culpa de Samael y ahora te dejare ver todo lo que ocurrió en el castillo

-no podre ver nada si estas despierto

-será difícil dormir en medio de una guerra...

-inténtalo- cubrí la fría nieve con un trozo de cuero y sobre este me senté apoyando la espalda contra uno de los troncos- acuéstate – le pedí acomodando su cabeza en mis piernas, durante un momento tuvo los ojos abiertos fijos en los míos, hasta que mis caricias en su cabello y rostro hicieron le durmieron profundamente.

¿Qué harán con él? Pregunte a Sangilan

Solo observa – tomo una lanza y corrió dentro de la muralla, le vi subir por los escalones de la torre hasta llegas a la cima desde donde apunto directo a la cabeza. Asintiendo el príncipe ordeno el lanzamiento, Sangilan estiro el brazo derecho con la lanza completamente mientras señalaba el blanco con la otra, después la soltó con fuerza y el mamut se desplomo dejando un rastro de sangre en los enormes ladrillos.

Lo siento mucho – se excuso Anael ante el príncipe

Suele suceder a menudo, por eso nuestra ciudad está protegida por murallas. No dejen que esto les asuste ¡que continúe el desfile! – grito a todos.

La lenta marcha de los mamuts se reinicio. Sangilan volvió a nuestro lado con la lanza ensangrentada, esta vez fui yo quien pidió disculpas por lo ocurrido pero el repitió las mismas palabras del príncipe. Tras largos minutos de angustia los mamuts se alejaron en el horizonte, les siguieron algunos hombres de hielo sobre trineos que tiraban hermosos lobos blancos.

¿Para qué tienen un ejército? Cuestiono Anael

Viendo desfilar ahora seres humanos comunes y corrientes con cuchillos de marfil, uniformes de cuero y flechas con punta de piedra. Sangilan bacilo al responder alegando que se trataba únicamente de una protección contra los animales salvajes pero finalmente accedió a contarnos una historia cuando el desfile termino.

Es una pagina de mi libro

Incrédulo empujo contra la pared y aparecimos en el interior de mi torre, allí permaneció sin respirar mientras miraba mi espacio en el castillo; la tenue luz azul que iluminaba todo el lugar provenía de una pequeñísima estrella colocada por mi padre en la cúspide.

Estas cansado Anael deberías colocarme en la cama

Caminando en puntitas llego hasta la cama de oro blanco, despacio apoyo mi cuerpo en ella y retiro sus brazos; permaneció de pie junto a mi observando los grabados en todas las paredes, eran lo único que llenaba el resto de la torre.

Son hermosos dijo volviendo la mirada hacia mí, después se paro frente a la ventana pero con un movimiento de mis manos esta desapareció frente a sus ojos.

Déjame ir princesa, no sabes lo que haces – intento con todas sus fuerzas empujar la pared de nuevo hacia afuera pero era inútil

Ven siéntate a mi lado

Creí que no lo haría pero tras una pausa coloco mi cabeza sobre sus piernas, sus dedos acariciando mi cabello aceleraban mi corazón hasta el límite.

Ahora dime que sientes por mi Anael