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Todo era diferente. Las nubes cubrían el reino de hielo en tanto un par de huracanes arrasaban las costas del desierto, el paisaje había cambiado tan rápido que me sorprendió ver el paso del tiempo a una escala universal

-todos hemos cambiado, princesa

-incluso Anael está cambiando bajo tierra, no será el mismo nunca más – afirmé con un dejo de nostalgia

-ahora eres más fuerte, debe ser así, de lo contrario no habrías sobrevivido un solo día a esta guerra – decía con un tono de voz suave, profundo, tranquilizador del alma – es por eso que todo cambia, para vivir, la vida es cambio constante

Tantos cambios en tan poco tiempo abrumaban el espíritu pero el anciano del viento tenía razón, tal vez debía seguir cambiando hasta ser otro ser tan diferente a mi pasado que ni yo misma pueda reconocerme

-¿me hare irreconocible?

-las nubes, los huracanes… ¿han hecho irreconocible la tierra?

-sigue siendo la misma – dije comprendiendo a que se refería – mi esencia no ha cambiado

Regresar al campo de batalla tras un momento de reflexión fue caótico, una pesadilla gigantesca donde la selva parecía ser el cementerio más grande de la historia. Los pocos soldados que sobrevivieron se retiraban llevándose a Samael malherido, alguien le había propinado un duro golpe al mejor guerrero de los ángeles y no parecía tener posibilidades ahora que su ejército se reducía a un par de decenas

-¡debemos seguirlos!- las amazonas que se agrupaban frente a las cuevas no tenían muchas flechas, algunas ni siquiera traían los arcos

-ya está derrotado – aseguro Otik dejándose caer sobre sus espaldas – he logrado herirlo con una flecha en el pecho

Las amazonas también se veían agotadas, aunque no se alimentaban nunca; si necesitaban descansar para recuperar sus fuerzas. Incluso Alisio daba muestras de una fatiga abrumadora, la longevidad del anciano empezaba a jugar en contra pero de seguro jamás podrían siquiera llegar a herirlo, después de todo su cuerpo es solo aire.

-¿Cuántas bajas tuvimos? – el guardián intento contabilizar las cientos de amazonas pero se hacía difícil por su similitud con los arboles de la selva

-tres- respondió una de ellas arrastrando dos de los cadáveres. Eran amazonas jóvenes que por supuesto no tenían mayores habilidades en combate

A nuestro alrededor por lo menos un centenar de ángeles muertos daban cuenta de la victoria pero nadie celebró, ni siquiera nos sentimos aliviados por vivir un día más.