¿Y quién es Mónica en la historia de los Ángeles y los Vampiros?

"La negrura que rodeaba la sala de estar de Mónica era completa. Una soledad atípica se respiraba en sus aposentos. Y despertó de su breve letargo. Algo le había despertado y no se podía explicar qué era.

Se enderezó en el sofá, se sentó y trató de desamodorrarse frotando sus ojos. Se dio cuenta que estaba descalza al contacto con la alfombra . Ella siempre usaba sandalias al bajar a la sala para esperar a Dave. Le extrañó, gesticuló la duda indiferente con los labios hacia abajo y la cabeza vuelta a un lado y luego se incorporó y avanzó. Tras dejar lo que para ella significaba la familiaridad y seguridad de la alfombra; es decir, dos pasos pues la alfombra era exclusiva del sofá; se enteró que la visibilidad era casi nula pues chocó con la mesita de centro y la espinilla le reclamó el accidente con un chillido de dolor. Restregó frenéticamente aquella zona de dolencia extrema para mitigar los efectos del ramalazo y volvió a avanzar. Ahora lo hacía casi a tientas, con los brazos extendidos en lo que ella juraría era la paulatina conversión de su hogar en un espacio vacío. Pensando en su sobresalto al despertar y en la degradación de la luz continúo avanzando en lo que ya era un desolador vacío. Bajo la mirada hacía sus calcetines multicolores y que ahora simplemente eran negros y sintió el frío extremo del cemento en sus extremidades. Parecía que estaba pisando el lago congelado en que se convertía Ojo de Agua en la plenitud del invierno. Pero estábamos en Verano.

Ella presentía un entorno hostil. No sé explicaba el porqué pero se sentía observada desde el exterior. Ella había comprado unas hermosas cortinas en color lila para sus ventanales y quería voltear para ver si seguían ahí, pero no se atrevió. Algo allá afuera se movía furtivamente y su espinazo lo escuchó y respondió con el erizamiento total de sus vellosidades. Comenzó a respirar con cierta dificultad al sentir que el terror comprimía su cuerpo y su alma. Un paso más y llegaría a la pared frontal y podría encender la luz. Pero la pared nunca llegaba.

El olor del miedo comenzó a provocarle una terrible jaqueca y se llevo el dorso de la mano a la frente. Se detuvo un instante y agudizó sus sentidos, pero no giró el rostro para ver hacia la ventana. El pavor la tenía sudando copiosamente. La pared no estaba en donde siempre y la obscuridad era desesperante ya. Absolutamente inmóvil esperó e intentó escuchar algo, anhelando que su corazón dejará de pulsar tan escandalosamente. Algo aleteaba allá afuera. Esa impresión le dio y al concentrarse un poco más, escuchó que era como si una parvada inmensa se estuviera alejando. Cerró los ojos dos segundos y al abrirlos la luna penetró la estancia y se aclaró el panorama. Estaba a dos centímetros de la pared, pero de la pared lateral. Miró hacia arriba y su reloj de madera, con la forma del timón de un barco le anunció: Eran las 11:46 p.m."

Salud y ciao.