¿Volverías a caminar las calles de aquel... tu barrio,(El Dragón)?

Hola Drag/ "Laura no está, Laura se fue", cantaba el viento acompañado de un coro de ramas y hojas secas, triste, ante la partida sin remedio de la piba de Caseros y La rioja, la vieja casona de la cancel desvencijada derramo varias tejas a modo de lagrimas, que se estrellaron sobre la pálida vereda, el Parque de los Patricios anticipo el invierno en una prematura alfombra marrón crujiente, los adoquines de Monteagudo se opacaron al percibir que Laura ya no los acariciaría con las Guillermina al llevar los guardapolvos que la madre confeccionaba para la Casa Quintas, de Av. San Juan, las ventanas del colegio Bernasconi no reflejarían su imagen, ni la saludarían los jazmines del cantero. Dicen que se despidió solamente de los amigos del club Huracán, que con el paso del tiempo fue lo que más cerca destiló en una familia, tan importante para ella como lo fue de niña el cine Pablito Podestá de La Rioja 2100. Un domingo soleado caminó tempranito por la feria artesanal del parque, compró un par de dijes, un mate de palosanto con su compañera la bombilla, en una mano un bolsito de cuero raido, en la otra Martín, única muestra del intento por lograr una familia, abordó un bondi con destino al sur, bien al sur, el tano del almacén decía a quien le preguntara por ella, - He ma se fue allá donde el diablo perdió el poncho, ocalá Dío la ayude, meno male que se libró dese malandrino curda y vago, la ragaza e buona gente,- Pero Laurita no conoció a nadie, demasiado ocupada en trabajar para sobrevivir con su hijo, alli volcaba toda su líbido. Empezó a laburar atendiendo un bar en la estación y sin querer , con el paso del tiempo los clientes suplantaron en parte la familia que no fue, su cachorro creció, está estudiando C. Económicas en la Universidad de Lanús, cerca de medianoche baja del tren se toma un café, juntos se van a casa en su Fiat Duna (colorado). Mi amigo Agustín y yo vamos seguido al bar, no sabemos si son las ganas de tomar algo, o de charlar un rato con ella, siempre cálida, suave casi triste, intensamente atractiva, alguna vez, confieso, le "tiramos los perros", y ese tácito y sutil negarse, es más placentero que un si.- Chau Drag si pasas por el bar ....un beso de mi parte.-

En esta ciudad erigida, refundada y confiscada, por varones...

En esta cultura parida, amam/antada y perdonada por féminas entre incautas y cómodas...

Aquí, Buenos Aires, hay un puerto, un riachuelo, un arrabal grisáceo. Hay un bar, hay una escuela y nereidas deambulantes, donde alguna Laura, es 'capitana'.

Ella, la malnombrada, la ciclópea y trasnochada, resiste misoginias y pone cedazos de piernas cerradas. Ella es la mandamás de su historia, la que no se regala, no se vende, ni se esconde. La que tiene brazos de balaustrada y pecho de pasarela, con entrada prohibida para los comunes. Para los ladrones de la póstuma inocencia.

Lauras, lolasmoras en el mármol de las grandes, patronas con la cerviz en alto: cuando las calles del barrio las ven venir, derriten sus asfaltos en sudores nerviosos y agachan sus acacias en admirativos rituales.

¿Volvería a caminar mi barrio?

Sí, porque quiero encontrarlo y encontrarlas. Mirarlos en color, y confirmar que he sido -en un tiempo y a una edad- tallada por su albur de cementos y por las graníticas convicciones de mis ''ellas'' admiradas.

En todas partes, a toda hora, la humanidad ha tenido la oportunidad de conocer mujeres extraordinariamente sobresalientes. En amores, en lo intelectual, en el arte, en la dificultad cotidiana de sobrellevar una vida, varias vidas, o una lozana soledad.

Tu relato toma una personalidad de lo cotidiano, que se instala en un centro de escena de afectos y de solidaridades trascendentes. Allí se para frente a sus circunstancias y comparte con sagacidad. No hay mirada 'especial' para cualquiera!

Es un texto que busca lo poético a través de lo costumbrista y lo reconocible. A través de los sentimientos que van surgiendo de su personaje protagónico, los expresivos y los tácitos.

No conocía el tema musical!

Me alegra encontrarte escribiendo, un abrazo!!

Bello!!! aun lo hago, continuo caminando por aquellas calles y es que tengo la suerte de vivir en la ciudad donde naci.

Y recorro los sitos llenos de recuerdos, la casa de los abuelos, los amigos-as, los que se han ido, los que han llegado todo e un conjunto de rostros, de amores que me llenan d vida.

Me encantò leerte, Besos.

Comenzaré diciendo que la canción...preciosa! y que Mateo y Martina...10 puntos!

Pienso en la historia de Laura, tan triste! como sucede cuando a una mujer la deja su hombre, pero luchando a capa y espada por sobrevivir!

Y pienso en su barrio, en la fogata de San Juan y en ese punto...me aparece mi querido City Bell, su plaza y el muñeco quemándose!

Y como contarle amigo dragoncito...la nostalgia que me agarra, ay, AYYYY

Y usted, El Dragón está como Gardel ... "cada día escribe mejor!"

En ocasiones creemos no poder ir más allá de los límites que nuestra propia oscuridad ha generado. Son pruebas que la vida nos brinda para descubrir la luz que nos ilumina desde adentro. Es un camino solitario formarse en los propios lindes de la personalidad. Vamos por la vida ilegibles para los otros, con máscaras sociales, mostrándoles lo que pensamos que ellos quieren ver en nosotros, alucinados con las apariencias y los modales. Pero el Ser es tan grande, que contiene todo un universo, que refleja la existencia del Todo. Es una riqueza que proyecta su realidad o la esconde, en su decisión personal. El denigrarse o engrandecerse es algo que depende de ese camino que se elige para transitarlo, con todas sus consecuencias. Hay tantas Lauras, como Luisas, Marías, Marcelas, que van con el rostro tatuado de pena o de gloria, cada cual con su propósito verdadero, oculto para el resto, que cree leerlo, y que se engaña.

Los caminos de mi infancia los sigo transitando, cada vez con distinta óptica. Ya engañan los recuerdos, o esperan a la vuelta de la esquina, acechando un espacio luminoso, para alegrar el corazón, o con la fortaleza de una herida sanada, la fe que se recobra de nuevo.

Gracias por la oportunidad de la tertulia, Dragón, muy grata.

Es una gozada leerlos a todos en este espacio nutricio.

Abrazos feroces.

Yo tuve una sola vez un barrio.

Como tuve una sola vez en la vida, ese recuerdo nítido de la pequeña sabandija que lideraba a los cinco años, la banda de la cuadra.

Esa cuadra nomás, aún era de tierra para nuestro deleite.

La camino desde siempre en mi memoria.

Los pibes tenían mi edad y algunos hermanos entre siete y ocho años.

Mi casa era la única que tenía televisor para mirar al gato Félix...a la hora de la merienda.

Y después, yo sabía que venía la reprimenda que exageraba a gritos un castigo estéril mi mamá, llamándome desde el portoncito de madera del frente, bajito, por cuya trama en X me colaba como laucha y organizaba el juego de esa tarde.

Y cada tarde era única, era toda la vida! a pleno!

En frente, el temor de los viejos era el arroyo, bastante caudaloso y mugriento, que entre mil recovecos a muchos kilómetros desembocaba en algún lado que llevaba todo lejos, al infinito.

Entre la calle y el arroyo, el terraplén...desde ahí arriba nos tirábamos rodando.

Los bordes eran un caminito pelado por nuestra constante aventura que hubiese podido terminar en tragedia, salvo porque nadie murió en la víspera.

Hacíamos incursiones temerarias.

Pero mi primer guerra de barro fue cuando la lluvia arreció y, de pronto, así piojito como éra y éramos todos, no sé cómo empezó: la camioneta Ford del tano de la esquina estacionada fue una tentación irresistible para nuestra travesura. Danzamos la fiesta inocente y primitiva, chapoteando y tirándonos con barro hasta que el blanco fue la Ford jajaja!

La dejamos a la miseria...

Apareció mi tío, con el cinto en la mano -para ellos supongo era signo de paterna autoridad pero jamás lo recepté! Y me llevó a casa, más fingiendo los chirlos que otra cosa. Mi vieja, en ese estado, tuvo que lavarme paradita en la pileta de lavar del patio.

Y el tano, qué iba a decir, si no nos vio y aparte, éramos piccoli bambini.

Otras veces, yo desplegaba la artillería de juguetes en el porch; y una vez, jugamos al papá, la mamá y la nenita, Yoyi, Marcelo su hermano y yo.

Las recorro con esa inocencia de diablillo indómito.

Mientras yo retozaba, Bambina y Emilia, mis vecinitas, muy paquetas miraban como presas, apoyadas en el murito de la casa, tomando la chocolatada en esos vacitos con sorbete de plástico...

No las dejaban jugar, porque éramos terribles y eso no estaba bien para las señoritas.

Muchos años después, supe que Bambina quedó solterona.

Todavía recuerdo cómo me miraba cuando, por la fecha de nacimiento, a mí me tocó empezar con cinco y medio el primer grado y ella debió esperar al año siguiente.

Se quedó de custodia de la casa, de los padres...que un día murieron y quién sabe qué será de ella, si me recordará.

Saber que no pudo ser jamás ella misma, me dolió.

Y después nos mudamos infinitas veces.

Me crié en el centro. No era barrio. Nunca más tuve barrio.

Mis plazas eran universos. Remaba, andaba en bici, patinaba a tropezones por las cuadrículas de las baldosas, remontaba el cielo en la hamaca, hacía acrobacias.

Y creciendo un poco más, mis universos fueron las bibliotecas. Todas.

Pero en especial, la sala para secundarios de la de la Universidad de La Plata, frente a Plaza Rocha.

A los doce años, me pasaba las tardes absorviendo a los primeros poetas, copiando y aún recuerdo de memoria muchos versos...Rubén Darío, Juana de Ibarbouru, Machado, Sor Juana Inés de la Cruz...

Cuando la empleada tenía que ausentarse, me dejaba a mí para que atendiera, recibiera el documento, hiciera la ficha y anotara al lector.

Era mi casa. Cuando me quedó chica, me mudé a la sala grandiosa, universitaria. Recorría los ficheros al azar y muchas veces pedía libros indigeribles, densos, sobre temas incomprensibles y me sentaba a leer a la luz de esas lámparas históricas y bellas, alineadas en el silencio de un monasterio en el que comencé a hacer de mi placer un hábito que nunca abandoné, excepto entre los veinte y los treinta, en los que transité la teatralidad, el periodismo y mucho rock, muchos recitales, peñas, una bohemia despelotada y hermosamente ochentosa.

Hoy camino otros caminos, pero ésos, todos, están en la memoria creativa, listos para disparar ficciones -la verdad de las mentiras.

Extraordinario texto, querido Dragón, el tuyo.

Y una pregunta abierta que invita y complace, para compartir en estas tertulias!

Un abrazo enorme, talentoso amigo.

Y mil besos.

patricia18-08-16

Existen ellas mismas innombrables, donde aún se riega el jardín negro de los bordes solo a oscuras con agua de tambo, que no corre aunque espera condena de fuga; son callejuelas que arrastran apodos de hombres porque ellos las montan y las hacen ligeras, dormitan en el día cuando sólo un pasquín las encabrita al mencionar la clausura del vodevil nocturno que encabeza el juego de sillas, las fichas y las camas en minutos de regla. El barrio se vuelve casual y relajado cuando las apariencias lo purifican en horas de oficina y se barre con la rama de la audacia plena de hojas verdes y sonidos de metales como oboes abundantes y lechugonas que se empanzan pero no de pujido.

Sip